Hablemos de rock y literatura y de canciones pop basadas en obras literarias...



  Decía Poe que "la música, cuando va acompañada de una idea fascinante, es poesía. La idea sin la música es sólo música. Sin la música o una idea fascinante, el color deviene palidez, el hombre deviene cadáver, el hogar deviene catacumba y los muertos yacen por unos momentos inertes", y no le faltaba razón. La literatura siempre ha sido un filón extraordinario para la música pop, no sólo por el número de canciones basadas o inspiradas en novelas, poemas o pasajes literarios de todos los tiempos, sino por la cantidad de referencias y guiños que todos los estilos de música popular han añadido a sus composiciones a lo largo de más de medio siglo. 

La música y la literatura han mantenido una relación cuanto menos amistosa a lo largo del siglo XX, y es que las fronteras entre ambas, sobre todo a nivel lírico, se han diluido en ocasiones. A nivel identitario, la literatura ha actuado como un foco de canalización fabuloso para lo musical, con el que forjarse no solo dicha identidad, personal o grupal, sino todo un universo enfocado al dogma de fe ineludible de la distinción, que suelen tener –o han tenido- por sistema la mayoría de estilos musicales y su estrato social de tribus urbanas. Ahí tenemos los ejemplos de la literatura beat y el jazz o de personajes marginales como Holden Cauldfield (El guardián entre el centeno) disfrutando de este tipo de música en un viejo club de Nueva York, relaciones que no eran nuevas y que se muestran en escritores clave como Hermann Hesse o Henri Miller.

 Dejando a un lado tipos de música más elitistas como la clásica o el jazz, la relación que la literatura ha mantenido con la música, con la música pop, ha sido extensa, fructífera y realmente sugestiva. Conocer y leer una nueva novela o autor gracias a una canción –o viceversa- es una de las cosas más maravillosas que pueden suceder -culturalmente hablando-, y algo que permite disfrutar de cierta visión de la expresión artística. La lista de temas relacionados de un modo u otro con la literatura universal es extensísima y precisa de detalles, por lo que vamos a mostrar algunos ejemplos valiosos de manera cronológica en cuanto a lo musical, para ubicar a los artistas y grupos en su contexto cultural y poder sacar, por parte del lector, algún tipo de conclusión personal que, por supuesto, estaría encantado de escuchar.

 Algunos de los ejemplos más típicos que suelen encontrarse en la red sobre canciones basadas en la literatura son, como no podía ser de otro modo, de grupos o artistas insignes, que alcanzaron la mayor popularidad en su día y que aún perviven notablemente. El caso de los Beatles es uno de los más típicos y nombrados, con Lennon ejerciendo equívocamente de morsa en I am the walrus, un pequeño desliz de personajes extraídos de `La Morsa y el Carpintero´, en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, donde Lewis Carroll refleja el mundo de la avaricia capitalista personificado en el animal, y que afortunadamente nos libró de que la canción se llamase I am the carpenter. En este mismo universo carrolliano y sin dejar de prestar atención a Alicia (esta vez en el país de las maravillas) se encuentra otra joya de la época, White Rabbit, de Jefferson Airplane y perfecta opción para el mundo pop psicodélico de aquél entonces. El mismo grupo hizo homenaje a su manera psicotrópica de otra de las novelas más grandes de todos los tiempos, el Ulises de James Joyce, con el tema ReJoyce, acertadísimo título con su juego de palabras.

Bob Dylan, cercano al círculo beatnik, canaliza de manera magistral literatura y música en Desolation row, con una serie de referencias - Jorobado de Notre Damme, Kerouac, Ginsberg, Casanova, Cenicienta, Kafka, Ezra Pound, Shakespeare...- que funcionan espectacularmente como metáforas de los convulsos momentos de mediados de los 60, algo que conseguiría también en All along the watchtower, inspirado por Frankenstein, de Mary Shelley. Otros grupos de la época, como los Cream de Eric Clapton aportaron algunos pasajes literariomusicales, con Tales of brave Ulysses –sobre la Odisea- o, en el caso de los Doors, cuyo nombre está en deuda con William Blake y Aldous Huxley y siempre muy apegados a los estímulos literarios y poéticos de Jim Morrison, con End of the night, haciendo un homenaje muy propio, tanto a Blake, en las líneas sacadas de su poema `Auguries of innocence´, como a Céline y su Viaje al fin de la noche. En la costa este, The Velvet Underground harían lo propio con su himno Venus in furs, sacado de la novela homónima del autor austriaco Leopold von Sacher-Masoch, que nos cuenta la historia de sumisión y sadismo de su prota masculino. La literatura no quedó aparte una vez terminada la aventura warholiana, ya que Lou Reed deleitaría a su público con experimentos poéticos como The raven y John Cale suministraría a sus seguidores con magníficas canciones como Macbeth, Graham Green o Hedda Gabler, de la novela de Henrik Ibsen.

 Otros estilos literarios como la fantasía épica serían una mina para Led Zeppelin, los padres del hard rock y el heavy, que influyeron posteriormente a muchos de estos grupos en su gusto por El señor de los anillos y canciones como Ramble on, donde nombran a Golum o las tierras de Mordor, y Battle of evermore, basado en `El retorno del Rey´. Pero no todo iba a ser Tolkien y los de Jimmy Page también tienen su referencia más clásica con la soberbia Moby Dyck. Más allá, la literatura religiosa estaría representada por el pagano rockero Johnny Cash, que antes de morir, en el año 2003, nos dejó con el tema The Man Comes Around, una apología de sus obsesiones y su longeva carrera, basado en el `Libro de las Revelaciones´ y `Los cuatro jinetes del Apocalipsis´ de La Biblia. Y es de las sagradas escrituras de donde Leonard Cohen –primigeniamente novelista y poeta- extrae algunas de sus canciones más memorables, como Story of Isaac o Hallellujah, sin contar que la máxima aportación a su música se la debe al mismísimo Lorca, del que adapta un poema para la radiante Take this waltz. Aunque, para contrarrestar todas esas inspiraciones bíblicas y religiosas ya estaban sus majestades satánicas, con una de las canciones más memorables de la década, Sympathy for the devil, que Mick Jagger escribió al leer El maestro y Margarita, una maravillosa obra maestra felizmente en la sombra, del escritor ruso Mijaíl Bulgákov, después que la espabilada de Marianne Faithfull se lo recomendara.

 Mientras, en Francia, Serge Gainsbourg, había seguido la tradición de les poètes maudits y había hecho honor a la costumbre chovinista gala –y de los cantantes de chanson- , dedicando sus melancólicas composiciones a escritores como Baudelaire, en su tema homónimo –como ya hizo Charles Trenet con Verlaine- o basándose en uno de sus poemas para crear Intoxicated man, y con temas sobre otros autores nacionales, como Le rock de Nerval, La chanson de Prévert, o la posterior Je suis venu te dire que je m'en vais, enorme tema influido por un poema de Verlaine, compensando tanto orgullo patrio con Docteur Jekyll et Monsieur Hyde, de la novela decimonónica de Robert Louis Stevenson. Sin embargo, la obra musical más magistral sobre novela finisecular fue el álbum conceptual sobre La guerra de los mundos, que combinaba espectaculares baladas rock como Eve of war, Forever autumn o Thunderchild, a cargo de integrantes de Moody Blues o Thin Lizzy, con narración e ilustración, siendo publicado una década después, en la cual surgieron un buen puñado de grupos y artistas que llevarían la literatura en la música pop un paso más allá, con obras de una factura impresionante.

 © David de Dorian, 2013 

Imagen libro y disco

                                            (Ilustración: Miguel Porlan)   

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