Hablemos de Leonard Cohen y su obra poética, libros de poesía de un mujeriego empedernido...
“Era
un nuevo idilio. El poema como la expresión más noble del corazón humano”
Leonard Cohen es ante todo un poeta, su música y su
vida son poesía, y es lo que escuchas cuando pones uno de sus discos a lo que
sus poemas y su vida suenan. Vida y obra no pueden ir disociados en la carrera de
este canadiense universal, errante entre depresiones, que ha conseguido
reflexionar acerca del amor y las pasiones como ningún otro de su generación lo
ha hecho, con toda la crudeza, suciedad, odio, cinismo, perversión, tristeza y
melancolía que les son innatos.
Su
faceta de músico es bien conocida, pero no tanto su faceta puramente literaria,
siempre ensombrecida por ese brillante catálogo musical que con Songs
of Leonard Cohen (1967) puso
la primera piedra para la leyenda que hoy es. Y teniendo en cuenta que el Cohen
músico surge del Cohen poeta, el literato, el hombre de letras que parece desea
desenredar un extraño entramado cósmico con cada verso, sus libros son una
pieza fundamental, tanto para fans del músico como para amantes de la
literatura del siglo XX, con los que disfrutar de su profunda y particular
visión de todo lo que es vida. Desde que en 1956, siendo solo un joven
estudiante, estrenara su talento poético con la publicación de Let
us compare mythologies, Cohen no ha dejado de surtir al mundo con las
joyas que su inspirada caja de Pandora contenía, y hoy tiene a sus espaldas más
de media docena de libros de poemas y dos novelas publicadas.
Comparemos
mitologías
Let us compare
mythologies inauguró la
colección de poesía universitaria “McGill Poetry Series” y supuso para este
alumno aventajado su introducción, de la mano del poeta Irving Leyton, en los
círculos literarios de Montreal, con un poemario de tradición romántica en el
que ya se atisban algunas de sus sugestivas peculiaridades: Yo me moví para avisarte/pero tú te
limitaste a arreglarte el pelo/ y aventurar:/ sus alas son de oro y cristal/ y
tenemos suerte/ de no oír cómo se hacen esquirlas/ contra el sol. La mujer
y la vanidad femenina, tan exquisitamente plasmada por Cohen en muchos de sus
temas, eran ya una obsesión por aquél entonces, aunque confiesa que “la poesía no era un instrumento de seducción
muy eficaz”.
Las cuarenta y cuatro piezas que componen su primer poemario,
compuestas entre los quince y los 20 años, ya exhalan las influencias
surrealistas de su querido Lorca,
algo del movimiento beat y un estilo
bíblico y sensual que no le abandonaría en su extensa carrera. La temática del
libro es sin duda el catálogo del que Cohen extraería toda su obra literaria y
musical posterior: la pérdida, la historia, el sexo, el Holocausto, el deseo,
la rebelión o el mito. Comparemos
mitologías resultó un poemario hermosamente provocativo que no tenía la
intención de serlo, buscando como meta una belleza y un lirismo que invitaban a
la subversión del alma (La enterramos en
primavera/ Las flores eran rosas/ y sus fragancias tan dulces/ que todos mis
amigos se hicieron amantes/ bailamos sobre su tumba), de una manera siempre
sugestiva y sensual.
La
caja de especias de la tierra
Tras
las mitologías, el joven poeta comenzó
a experimentar con drogas al estilo de los poetas malditos y se trasladó a
Nueva York para estudiar y huir de su depresión; allí conoció a Kerouac y a su primera musa, Anne
Sherman. A su vuelta le presentaron al poeta judío A.M Klein -de quien tomaría
su crítica visión sobre el judaísmo- y escribió su primera novela mientras
recitaba cada noche a ritmo de jazz. A
ballet of lepers (Un ballet de
leprosos), sobre el carácter violento y depredador del amor, nunca fue
publicada. Con todos estos ingredientes The spice box of earth vio la luz en 1961, cinco años desde su
primer poemario, entre los cuales había visitado Londres y Dublín, había
comprado una casa en la isla griega de Hydra y se había empapado de historia
revolucionaria en Cuba.
Su
segundo poemario tuvo un éxito inmediato y aún hoy es uno de los libros de
poesía más vendidos de Canadá. Entre sus páginas un tono más radical y
dionisiaco, cínico y sarcástico, rebelde, a veces burlón -influido por Leyton-,
nos habla de la vida en carne cruda: sexo, religión, política, amor, historia,
arte, creación… “`Tú no entiendes del
cuento que soy´/dijo ella, / `los dos sabemos quién vive en el jardín´/ Pero, a
pesar de todas las noches siguientes/nunca supo llamarme Bestia o Cisne”,
dice en La Bella Durmiente, o
“Pero anhelo alcanzar alguna dama/ porque
la carne es dulce y cálida. /Fríos esqueletos desfilan/ todas las noches junto
a mis pies” en Anhelo alcanzar alguna dama, y en El genio reza “Por ti/ seré un banquero judío/ y arruinaré/
a un viejo y orgulloso rey amante de la caza/ acabando con su linaje”.
Flores
para Hitler
“Hoy
todos somos un poco nazis. La idea nazi ha triunfado. Hay algo de brutalidad en
todas las mentes”
Cohen
fue muy consciente desde su gestación de lo que suponía Flowers for Hitler
(1964): “Mis sonidos son muy nuevos. Sólo
te pido que lo pongas en manos de mi generación y será reconocido”,
escribió a su editor. El horror y sus resonancias históricas en la actualidad,
por medio de la política, el amor o la historia, son el trasfondo de un poemario
vanguardista y experimental que se ha convertido en todo un clásico gracias a piezas
grandiosas como Todo lo que hay que saber de Adolf Eichman o La
música pasó a nuestro lado inadvertida: “Me gustaría recordarle/ a la dirección/ que las bebidas están aguadas/ y
que la chica del guardarropa/ tiene la sífilis/ y la banda está compuesta/ de
antiguos monstruos de las SS”.
Ofensivo
y desafiante, el poeta dispara contra las hipocresías del mundo con un lenguaje
alejado de lo poético y más cercano a lo cotidiano, encumbrando a los
pervertidos, a los freaks y rarunos, a los drogadictos -como posteriormente haría
acertadamente su alumno Joaquín Sabina-,
comprometido en época de revoluciones únicamente consigo mismo y con su arte,
que comienza a ser su verdadero credo, y convirtiéndose así ya antes de la
publicación de su primer disco en un personaje siempre en tierra de nadie y
siempre omnipresente. “La historia es una
aguja/ para dormir a los hombres/ untada con el veneno/ de todo lo que quieren
conservar”, y es que este poemario, escrito entre sus dos novelas, supone
un paso más allá a una lírica novedosa y un nuevo planteamiento estético en sus
ricos versos.
Parásitos
del paraíso
Tras
su larga estancia en Hydra, el poeta decidió trasladarse a Nueva York en 1966
para dar el paso natural al mundo de la música y recoger todo ese ambiente y
experiencias en su siguiente poemario. En Parasites of heaven, el lascivo judío vuelve a hablarnos
del amor y la religión, pero de una manera más desgarrada y oscura, brutal y
cruda, mística, a veces tierna como en Suzanne, que se convirtió en su gran
éxito musical: “Y deseas viajar con ella/
y deseas viajar a ciegas/ y estás seguro de que ella sabrá encontrarte/ porque
ha tocado su cuerpo perfecto/ con su mente”. La torturada vida pasional del
Nueva York bohemio, de sórdidos hoteles, personajes chiflados, enormes ingestas
de drogas y sexo esporádico, representada por la sensual Suzanne Verdal, su
nueva musa (no confundir con Suzanne Elrod) se impone definitivamente al mundo
idílico, tranquilo y hogareño de Hydra, representado por Marianne Ihlan, con la
que había estado conviviendo en la isla. “Y
pensó que ella pensaba que él pensaba que ella pensaba que la peor cosa que
podía hacer una mujer era arrancar a un hombre de su trabajo porque ello la
volvía qué, ¿fea o bellísima?”, nos cuenta en uno de sus poemas en prosa, y
en Avalanche
–otro de sus posteriores clásicos– se desgarra: “Las migajas de amor que me ofreces/ son las migajas que yo dejé atrás/
Tu dolor no es ninguna credencial/ es la sombra de mi herida”.
La
energía de los esclavos
“Este
libro existe para saludar a los que se sienten esclavos”
Ya
encumbrado como el poeta del rock y
con tres magníficos discos que lo catapultaron como uno de los músicos más
brillantes desde la segunda mitad de los 60, Leonard publica el descarnado Energy
of the slaves (1973), que muchos de sus nuevos fans, desconocedores de
su primigenia faceta literaria, pensaron era su primer poemario. Se trata de su
libro más social y político, donde habla de la rebelión, la libertad, el amor o
el desengaño, y donde lanza proclamas como “los
poemas ya no nos quieren” o “cualquier
sistema que montéis sin nosotros será derribado”, en un tono más liberador
y mesiánico, y con un lenguaje más llano y directo que el de sus anteriores poemarios: “Bienvenido a este libro de esclavos/ que
escribí durante tu exilio/ -afortunado hijo de perra-/ mientras yo tenía que
luchar/ contra todos los blanduchos embusteros/ de la Era de Acuario”
Entre
depresión y depresión, Cohen sigue escribiéndole al amor y a las mujeres, de
una manera totalmente desgarradora y amarga (“Dejé
a una mujer esperándome. / Me encontré con ella algún tiempo después; / me
dijo: Tus ojos están muertos. / Qué es lo que te ha pasado, mi amante.”),
pero también de despacha a gusto consigo mismo, no tan encantado de haberse
conocido (“Esto es una amenaza. / ¿Sabéis
lo que es una amenaza?/ No tengo vida privada. / Os suicidaréis/ o seréis como
yo.”), para concluir que “El amor es
un fuego. / Arde por todas partes. / Desfigura a todo el mundo. / Es la excusa
que el mundo pone/ por ser tan feo.”
Memorias
de un mujeriego
“No
es bueno cantar canciones si no es sobre las mujeres que amas”
Convertido
en todo un icono de la canción y la lírica, Death of a lady´s man
(1978), surge con un Cohen ya desenamorado y desengañado de su unión marital
con Suzanne Elrod. Así, prófugo de la madre de sus dos hijos, en un período caótico
de su vida y descontrolado, Cohen comenzó ese “cementerio del amor” traducido como Memorias de un mujeriego, en el que la mujer sería el centro del
universo. “Todos los matrimonios están
destrozados, todos los corazones están rotos”, declaraba un promiscuo
Leonard Cohen, que proclamaba el apetito voraz del hombre por la mujer y
viceversa, un hambre más profunda que de costumbre, que vería su versión
musical un año antes con la grabación casi homónima (qué sutil) junto al chalado
de Phil Spector, y que contenía también textos extraídos de sus anteriores
libros.
Memorias de un mujeriego
es una de las obras
poéticas anglosajona más ingeniosas y sagaces de los 70, un poemario obsceno, lleno
de erecciones, imágenes sexuales bellamente sucias, autocompasión, en ocasiones
perverso, cínico, postmoderno, penetrante y sagaz, escrito de una manera
enredada a modo de meditaciones en verso y prosa poética, como el libro de
apuntes para una posterior novela (A
woman is born), incluyendo anotaciones del diario del autor y comentarios
sobre la creación de los textos. En él, el Cohen más canalla y atacado de coñitis, nos habla del fracaso cotidiano
del matrimonio, de la escasez creativa por sus responsabilidades caseras, de la
pérdida del deseo, de la imposibilidad de la satisfacción, del adiós del amor y
de la existencia compartida con el otro;
siempre con cierta irascibilidad y mucho humor negro, con una cruel ironía, más
afilada que nunca, y una sublime poética de potente imaginería.
Basta
mostrar algunos versos para darse cuenta de cuan punzantes resultan sus
páginas: “Ahora me follo a los muertos/
no tengo que buscar una canción/ no tengo que contar hasta diez” (Este
desgraciado), “Quiero volver a la
cama y penetrarla. Es el único momento en el que encuentro un poco de paz. Y
cuando se sienta en mi cara. Cuando baja hasta mi boca. Es de muerte. Quiero su
esclavitud. Quiero su promesa. Quiero su muerte” (El final de mi vida en el arte),
“Venderemos tu nobleza a todos los
jodidos culos que jamás hayan soñado con una vida mejor. Esto es una promesa.
Está escrito” (Nuestro gobierno-en-el-exilio), “Te follé/ ahora quiero encontrar/ el defecto de tus nalgas/ la ceniza/
en la luz de tu faz” (Te he tomado), “Estoy intentando hacerte trampas. Estoy intentando seguir sin contar
contigo” (Orión), y en Muerte
de un mujeriego: “De modo que la gran relación ha concluido/
pero quién podría haberse imaginado/ que nos dejaría a todos tan vacíos/ y tan
profundamente indiferentes. Es como nuestra visita a la luna/ o a aquella otra
estrella: / supongo que uno va por nada/ si realmente desea ir tan lejos”. Imprescindible.
Otros libros publicados
en verso
Después
de facturar con Death of a lady´s man
su obra cumbre y uno de los libros de poesía más brillantes de los últimos 50
años, el errático cantante no volvió a lanzar una nueva publicación literaria
hasta seis años después con El libro de la misericordia (Book
of Mercy, 1984), que celebraba los 50 años a través de 50 salmos en los
que recupera la temática religiosa y la comunión con el dios de todas las
cosas, sea cual sea, otorgándole una concepción cuasi mágica y sustituyendo a
la mujer por la espiritualidad: “Bendito
seas tú, abrazo de la caída, fundamento de la luz, maestro del accidente humano”.
El radical cambio de tercio en su nuevo poemario con respecto a aquella
erección poética predispuesta al fracaso del amor, y publicada ya en la
anterior década, tendría su monumental choque en la canción Hallellujah,
donde ambos Cohen confluyen en una de las composiciones más logradas de todos
los tiempos.
Tanto
El libro de la misericordia (o Libro
de los salmos), como el Libro del anhelo, publicado veintidós
años después (Book of longing, 2006), están imbuidos de la filosofía zen de
la que Cohen comenzó a empaparse en los 70, junto con el maestro Roshi. Su
lenguaje se vuelve más ligero y desnudo, carente de artificio (“Sólo una cosa/ lo hacía feliz/ y ahora que/
había desaparecido/ todas las cosas/ lo hacían feliz”), con un tono
simbólico mesurado y expresando un sosiego y una paz que llegan a atrapar al
lector: “No tengo ningún sitio adonde ir/
No necesito ir a ningún sitio/ Soy uno con el universo”. A través de sus
200 poemas, acompañados de ilustraciones del propio autor, el último poemario
publicado por el artista nos muestra en tono reflexivo sus visiones sobre la
vejez, la muerte, el amor y los recuerdos. “`Gracias señor, pero no fumo´/ ¿No fumas? –le dijo el maestro–. /
`Entonces ¿para qué sirve la vida?´”, escribe el monje Cohen en El colmo, y en La cancioncilla más dulce aconseja,
“Sigue tu camino/ yo también lo seguiré.”
Sincerely,…
© David de Dorian, 2014
(Ilustración: Albert Exergian)
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