Hablemos de rock y literatura y de canciones pop basadas en obras literarias...
En
la década de los 70 las influencias
literarias en la música pop llegaron a un nivel en muchos casos insuperable,
advirtiéndose en bastantes de las obras cumbre de estos años un gusto obsesivo
por temas más violentos y opresivos que los de la década anterior -más centrada
en la psicodelia, la fantasía y la épica-, respondiendo así a una situación
política, económica y social de crisis, que no revelaba el futuro luminoso y
lleno de esperanza que la juventud y la mayoría de los artistas de los 60
esperaban al fragor de la ola de la Contracultura.
La
época y la moda hippy habían quedado atrás y nuevos planteamientos estéticos y
musicales aparecían en escena, con un afán más experimental y la elevada
pretensión generacional de convertir el rock en arte, llevando lo meramente
musical a un plano más ambicioso, tanto al introducir conceptos puramente intelectuales
e incluir elementos propios de otros géneros musicales, como a través de las
nuevas tecnologías, que permitían una paleta sonora novedosa. Por supuesto, la
literatura fue un gran vehículo para conseguir llevar al pop a la categoría de
arte, y se convirtió en la razón de ser de muchos grupos insignes de esta
década, sobre todo para las bandas de rock progresivo, siendo estas el puente
entre dos épocas, que al final de todo resultarían social y culturalmente antipódicas.
No
sólo los nombres de muchos de estos grupos de Rock progresivo provenían directamente de fuentes literarias,
cuando no del propio escritor -Poe, Beckett o Bram Stoker-, sino que su música
y sus textos se amoldaban a tradiciones orales, fábulas, leyendas y romances,
como el cuento The snow goose, musicado por Camel. Dejando aparte la potente capacidad lirica e inventiva
propia del género, que encumbraría a los renombrados Génesis, Yes o Jethro Tull,
ahí están los ejemplos de King Crimson,
tomando su nombre del Paraíso perdido
de Milton o incluso los Moody Blues,
adaptando la fábula de Fontaigne Tortoise and the hare.
Otros
artistas de la época, con un formato más renovado y juvenil, seguirían la senda
legendaria y fantástica, tomada de nuevo del maestro Tolkien con Ride a white swan,
de T-Rex, y basado en un pasaje de El Hobbit, sin olvidar piezas como Goodbye yellow brick,
extraída de El mago de Oz por el
nunca joven Elton John. También el existencialismo
comenzaba a asomar la cabeza con una de las bandas más carismáticas de la
década, Queen, que aportaría una de
las grandes obras maestras de todos los tiempos al basarse en El extranjero de Camus, con esa pieza
imperecedera llamada Bohemian Rhapsody y que decía “Mamma, i just killed a man/ put a gun
againts his head/ pulled my trigger, now he´s dead/ Mamma, life had just begun/
but now i´ve gone and thrown it all away”…
Pero,
lo que verdaderamente iba a predominar en esta década y marcar su sonido
genuino, funcionando como un perfecto reflejo expresivo, sería la temática de Ciencia Ficción y las Distopías. La creación de nuevos sonidos
-gracias a una tecnología de grabación cada vez más avanzada y nuevos
sintetizadores- propició nuevos campos de expresión, los cuales se acoplaron de
manera ideal a dichas temáticas, surgiendo así ese sonido espacial y futurista tan
característico de la época y una gama sonora mucho más rica y variada. David Bowie, siempre precursor, no
tardó en adoptar esos sonidos y, sobre todo, esa estética, para llevarla un
paso más allá, reinterpretando las fuentes literarias en temas tan
representativos como Space Oddity, cuyo planteamiento se
había presentado en la gran pantalla cuando Kubrick adaptó la novela El centinela, de Arthur C. Clarke, un
autor de ciencia-ficción que también Pink
Floyd utilizó para componer Childhood´s end. El
cantautor escocés Al Stewart hizo lo
propio más tarde con Sirens of Titan, sacada de la novela homónima de Kurt
Vonnegut y Allan Parson Project
aportó en esta línea el álbum conceptual I robot, de un
relato de Isaac Asimov, alejándose así de influencias más decimonónicas como
las que inspiraron su debut, Tales of mystery and imagination (Edgar Allan Poe).
Todo
este poderoso influjo musical provocado por el género de ciencia-ficción
derivaría en una inquietud más vinculada a lo social y apocalíptico con dos de
las obras cumbre de estos años, que se inspirarían en la opresiva e influyente obra
de George Orwell, con la distopía Nineteen Eighty-Four (1984), reflejado
en el tremendo Diamond dogs de David
Bowie, y la crítica al autoritarismo político de Rebelión en la granja con Animals, de Pink Floyd. Siempre visionario, Bowie intentó sin éxito realizar un
musical en torno a la novela insignia de Orwell, pero su viuda le denegó los
derechos, así que ideó una obra paralela basada en ésta y catapultó el mito
distópico a una nueva esfera que no estaría muy alejada de los acontecimientos
que se vivirían posteriormente y en los que participaría el movimiento punk con su base nihilista. La huella
orwelliana luce claramente en el épico Big Brother, la
oscura We are the dead (frase que Winston le dice a Julia) y
la apasionante 1984. De esta manera, con paro, huelgas, violencia
callejera y represión en ascenso, se formó un caldo de cultivo perfecto no sólo
para el punk, sino para el surgimiento de obras maestras de manos veteranas
como el Animals de Pink Floyd, con temas monumentales: Dogs, Pigs(Three different ones)
y Sheep, todos sacados de pasajes de la
novela.
Por
otra parte, las influencias literarias de la década seguirían su curso a tenor
de las obsesiones personales de cada artista. Ahí tenemos a Patti Smith, con su incombustible Rimbaud a mano -Horses- y
rememorando a William Blake en My Blakean year;
Van Morrison y Tenesee Williams en Wild children, Kate
Bush reivindicando a Emily Bronte con el exitoso Wuthering heighs y ya
años después trabajos de genios surgidos de esta década: David Gilmour
adaptando musicalmente Sonnet18
de Shakespeare, Elvis Costello musicando el poema de
Yeats A drunken man´s praise of sobriety y Tom Waits, homenajeando a Flannery O´Connor en A good man is hard to find,
a Carroll en Alice o a Kerouac en On the road.
Otras bandas, que extenderían su influyente música hasta entrada la siguiente
década, no dejarían pasar sus composiciones sin alguna pieza basada en la
literatura universal. Así, The Police
toma del Lolita de Nabokov Don´t stand so close to me
(que Sting tuvo que desmentir como biográfica dada su condición como ex
profesor…) y de La cortesana afortunada
de Daniel Defoe el material para Roxanne, Dire Straits evocan a Romeo and Juliet e incluso unos veteranos Ramones se atreven -a petición expresa
del fan Stephen King- con Pet Sematary, ya
a finales de una década, la de los 80, cuyo eclecticismo y modélica
transgresión no perderían de vista la literatura como alimento artístico
esencial.
(Ilustración: Nathan Shinkle)
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