Hablemos de Las once mil vergas de Guillaume Apollinaire, la novela más depravada de la historia...
“Mony,
aullando, descargaba en un coño inerte. Cornaboeux, los ojos fuera de sus
órbitas, lanzaba su semen en el culo de Mony exclamando con voz exangüe:
–¡Si no
quedas encinta, no eres hombre!”
Decía Bretón que el humor negro “es por excelencia el
enemigo mortal del sentimentalismo de aire perpetuamente desesperado”, y una
persona como él, buen conocedor de la obra y del autor del que hoy nos
ocupamos, sabía perfectamente de lo que hablaba. `Las once mil vergas´ es la novela más
depravada de la historia de la literatura y un perfecto ejemplo del mejor humor
negro; a su lado, el mítico Marqués de Sade queda a la altura de un santurrón
de parvulario. Su pornografía, lejos de tonos sentimentales y ausente de la
seriedad y trascendencia típica del género, lo aleja de ser una “novela
pornográfica”, y actualmente podemos encontrarla clasificada en “novela
erótica”.
Cuando vio la luz por vez primera en el París aún bebé de la
vanguardia, lo hizo de manera anónima y sin marca de editor, bajo el seudónimo
G.A. Sus primeros lectores, personajes de la bohemia y el arte de la Ciudad de
las Luces, ya avisaban de la
irreverencia de la obra, que como astutamente intuían había sido escrita por el
controvertido Guillaume Apollinaire. Uno de esos lectores fue Pablo Picasso,
quien ese mismo año pinta Las señoritas de Avignon. Y es que en 1907 una novela
como aquella no podía sino aparecer de manera anónima, -oficialmente en sus dos
primeras ediciones- dada la enorme dosis de provocación contenida en sus
páginas.
Decir que `Las once mil vergas´ es una novela obscena es
hablar con tibieza; definirla como una novela salvaje es quedarse corto; llamar
a ésta una obra cruel es decir muy poco; y tacharla de hiperbólica sería
simplemente acercarse. Sus sugestivos ingredientes se combinan a la perfección
con la pluma corrosiva y sarcástica de Apollinaire, en una mezcla explosiva que
llega a herir en varios momentos la sensibilidad del lector más experimentado,
colocándolo en una extraña tesitura en la que sus sentimientos oscilan entre la
indignación y la carcajada, el asco y la excitación sexual, el éxtasis poético
y la vulgaridad y una montaña rusa de sensaciones antitéticas y desconcertantes
que desemboca en una verdadera experiencia unipersonal como lector y `homo
aestheticus´. Incesto, orgías, pederastia, violaciones, asesinato,
sadomasoquismo, y una manada de filias desbocadas (escatofilia, zoofilia,
coprofilia, necrofilia, pedofilia...) conducidas a través de un tono
humorístico en situaciones exageradamente cómicas de perversión incalculable
que harán las delicias de quien ose leerlo.
Comenzando por su título, original en francés, `Les onze
mille verges´ tiene una clara concordancia con la leyenda cristiana de `Les
onze mille vierges´ (Las once mil vírgenes), que narra el sacrificio de once
mil doncellas a cargo de Santa Úrsula para que las hordas hunas de Atila no
lleguen a poseerlas en una de sus invasiones. La transgresión del llamativo
título es ya un detalle importante, no sólo por lo que de provocativo e
irreverente hay en él, confrontando lo moral con lo amoral –o inmoral-, sino
por el auténtico hilo conductor de la novela y su fantasmagórico final. Este
ingenioso recurso responde al gusto innovador y rebelde de Apollinaire, cuyo
máxima aportación a la literatura y el arte fueron sus maravillosos
`Caligramas´ -recordemos aquél primigenio sobre París con la forma de la Torre
Eiffel- y obras tan magnificas como `Alcoholes´ (1913), que pronto le hicieron
ingresar en coetáneos movimientos de vanguardia como el simbolismo, el cubismo
o el surrealismo. Un personaje totalmente cubista Apollinaire, debido a sus mil
facetas personales y artísticas; hombre de sensibilidad atroz y crítica feroz,
que sucumbió a la gripe española en 1918 tras haber sobrevivido a la Gran
Guerra y que sobre todo fue el gran teórico y defensor del Cubismo con su
insigne manifiesto, ‘Los pintores cubistas´.
En la edición española clave de `Las once mil vergas´
(Icaria, 1977), a cargo de Rafael J. Macau, se subrayaba previamente y a modo
de advertencia, que la novela traducida por él no debía ser tomada como una
novela pornográfica al igual que El Quijote no debe contarse entre los libros
de caballería. Aunque el contenido pornográfico de la obra es más que
abundante, Apollinaire siempre va más allá de la simple descripción fisiológica
del acto sexual, llevando cada situación al extremo en cópulas y escenas
imposibles que lo conectan con el surrealismo y convierten cada episodio en
algo ridículo y plenamente divertido. Sus disparatados personajes se presentan
tremendamente lascivos y absurdos, al igual que sus nombres de cariz exótico. Las
aventuras sexuales del príncipe rumano Mony Vibescu (verga, pene follaculos en
rumano), junto con su inseparable cicerone Cornaboeux o la cortesana Culculine
d´Ancone (algo así como enculada encoñada) son narradas con fina pluma y
efectivos recursos literarios que unen a su autor también con el simbolismo, ya
que lo que subyace en toda su parafernalia pornográfica y salvajismo manifiesto
no es sino una virulenta y audaz crítica al orden social burgués establecido a
principios de siglo y que desembocó en la debacle sangrienta de la Primera
Guerra Mundial.
A nivel artístico, `Las once mil vergas´ actúa con su
vanguardista e innovadora poética llena de humor negro y registros satíricos
como un catalizador, donde algunas de las vanguardias plásticas más importantes
de la primeras décadas del siglo tienen su reflejo literario. Apollinaire se
movía en tales ámbitos con una buena camarilla de archiconocidos artistas y
poetas como Picasso, Bretón, Braque, Aragon, Cocteau o Eluard, cuyas
expresiones y experimentos artísticos eran alimento mutuo, por lo que las
afinidades literarias de nuestro autor con lo plástico aparecen de manera
bastante patente en algunos episodios sublimes de la novela, como la orgía del
coche cama. Especial importancia se presta en la misma a toda clase de fluidos
corporales, y en episodios como aquél o el de la orgía anal en el Grand Hotel
de París, donde se hace un espectacular
alarde de fantasía que se desmadrada sin límite alguno, pueden
vislumbrarse expresiones similares a las realizadas por los pintores de la
época. Semen, orina, sangre, heces, saliva, convierten el marco de la acción en un grotesco
escenario-lienzo al finalizar las escenas –más propias de bacantes
legendarias–, donde cuerpos
especialmente hermosos en su comienzo acaban siendo una masa putrefacta a
través de ese delirio extremo que no termina sino hasta agotar el deseo
destructivo de nuestros carismáticos antihéroes. Podría decirse que cada
orgasmo en `Las once mil vergas´ es un Mr. Hyde 2.0 que busca su redención en la
vitalidad orgiástica sin que la represión haga acto de presencia por ninguna
parte.
Como crítica social y política, es en el salvajismo
impactante casi fauve de los episodios más hiperbólicos y en su ridícula e
hilarante historia donde Apollinaire acomete de manera más clara contra el
orden establecido por las castas más altas y la burguesía. Su pornografía
violenta no es más que el atrevido disfraz con el que el autor reviste el
tiempo histórico que le tocó vivir, en una especie de luminoso sarcasmo en el
que el amenazante clima entre potencias y sus mutuas agresiones, se muestran
como cuerpos prostituidos y pervertidos que son sodomizados y sometidos hasta
llegar a la masacre, en una sutil metáfora de las relaciones entre estados al
comenzar el siglo XX. El caso de la guerra ruso-japonesa y la llamada “Entente
Cordiale” como tratado de no agresión entre Reino Unido y Francia, ocurridos en
1904, pudieron sugerir a Apollinaire la creación de esta obra maestra de la
literatura, por ello enmarcada en el simbolismo. Además, los principales
personajes de la obra se inspiran en conocidas personalidades del entorno
parisino y las crónicas sociales de la época, haciendo un vergonzante retrato
que se burla de la casta burguesa y de la aristocracia militar, captando su
obsesión por librarse de la monotonía mencionada por Vibescu a través de la
oscura vía del “todo vale” reconocible a lo largo de la historia en la
ideología liberal.
Hay que remarcar que como personaje contradictorio y
provocador que era, Apollinaire se mostraba como un “beligerante pacifista”,
que se vio empujado personalmente a acudir al frente en la guerra de 1914, con
el fin de intentar escapar de esa angustia plena mostrada tan contundentemente
en muchos de sus poemas y que responde a estados vitales excesivos siempre
encaminados hacia la depresión o la exaltación. Estos dos extremos constituyen
el factor base por el cual el autor construye su universo literario, ya desde
esta primera novela, aflorando desde sus páginas todas las patologías que a menudo
experimentó en su vida cotidiana y que le acompañarían hasta su muerte, debida
en buena parte a la herida en la cabeza sufrida en el frente. Una experiencia
bélica que creemos ya intuía desde la redacción de `Las once mil vergas´, que
ha quedado como una de las novelas más indecorosas y provocativas, a la par que
desconocidas, de la historia.
Existen varios motivos por los que esta novela ha de ser
considerada aún hoy como una de las obras malditas más sugestivas de todos los
tiempos que hay que leer: en primer lugar el hecho de que su autoría fuese
revelada póstumamente y dos décadas después, ya en 1924 (seis años más tarde de
la muerte de G.A.), gracias a la revista “Images de Paris”, que dedicó un
número especial al autor incluyendo `Las
once mil vergas´ por primera vez en su catálogo; que fuese una de las primeras
novelas influidas por `El psicoanálisis´ (1904) de Freud; que se trate de una
de las novelas del siglo XX con menos reediciones hasta la fecha (la primera
bajo nombre completo de autor fue en 1930) ; que fuese ensalzada por el
Surrealismo y posteriormente en medio de la vorágine libertaria de la década de
los 60 como máximo exponente de la literatura erótica; que su potente contenido
violento y sexual de sensibilidad nada heterosexual ponga a prueba la psique
del lector; y, sobre todo, que sea una novela espantosamente divertida que se
quedará grabada a fuego en quien tenga el atrevimiento de leerla.
*CONSEJO: dado que el vocabulario español es más pobre en lo
que a términos sexuales se refiere, se recomienda leer esta novela, si se tiene
la posibilidad, en su francés original, más pródigo en términos obscenos y
humorísticos.
© David de Dorian, 2013
(Ilustración: Malika Favre)
novela sorprendente que escandaliza,divierte e indigna en ocasiones.Recomendablle absolutamente,eso sí para adultos sin prejuicios.
ResponderEliminarHola David,esta es una de las más acertadas y cultas descripciones que he leído de tan insigne obra, hoy estoy realizando un video en donde trato entre otros temas del libro en cuestión y considero que tu escrito resume todo o que me gustaría decir, lo tomare para ello, claro respetando tu autoría, espero no te moleste este hecho, desde ya tu amigo Enrique Rojas
ResponderEliminarPrimeramente, disculpa la tardanza Enrique. Espero que el vídeo se realizará con éxito y, por supuesto, me alagan tus palabras y tu respeto. Me preguntaba si sería posible -aún hoy-ver ese trabajo tuyo que suena tan bien; me gustaría mucho disfrutarlo y divulgarlo. No dudes en ponerte en contacto conmigo para esto o cualquier asunto que consideres. Puedes localizarme por el correo electrónico indicado o también en mi página de FB personal. Te envío un afectuoso saludo.
EliminarGran descripción y crítica. Eso sí, hubiera sido interesante que incluyeras algunas citas, las que más te llamaron la atención. Pero bueno, queda para el lector imaginar el contenido y las escenas. Dejaste una gran invitación a leerlo. Muy buena recopilación, gracias!
ResponderEliminarGracias a ti por la atenta lectura. Como bien dices, atiende a una invitación que espero se aventuren porque merece la pena. El librito no es muy largo, preferí no parrafearlo. Espero se haya animado a leerlo y lo haya diafrutado. Un saludo.
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