Hablemos de King Crimson y la portada de su mítico disco debut …
“Todos nos pusimos alrededor, y era como algo salido de `La isla del tesoro´ donde todos están parados alrededor de una caja de joyas y tesoros… esa maldita cara nos gritó desde el suelo, y lo que nos dijo fue `Hombre esquizoide´, la misma canción en la que todos habíamos estado trabajando. Era como si hubiera algo mágico…” Greg Lake
Comenzando con lo que por derecho
propio es una de las portadas más famosas y llamativas de la historia del rock,
la del legendario debut de la banda King
Crimson, este espacio pretende analizar y profundizar en la relación que la
Música Pop ha mantenido desde sus inicios con el mundo del Arte.
Igualmente, también por derecho propio, el tema de las portadas de discos ha conseguido abrir su propio capítulo -si bien aún apócrifo- en la Historia del Arte, con cientos de obras que se catalogan conformando una propuesta y una disciplina propia, y que incluso son digno objeto de estudio académico, poco a poco, cada vez con más frecuencia, como una más -más cercana y arraigada a nuestra sensibilidad y nuestro tiempo- de las materias que engloban su estudio.
LA BANDA
El paraíso perdido (1667), la
epopeya poética de John Milton -con
Belcebú como Rey Carmesí-, y una de
las obras más referenciadas de la literatura universal, sirvió para bautizar a
una de las mejores bandas británicas de todos los tiempos, destinada a dar de
forma oficial el pistoletazo de salida a uno de los géneros más sugestivos,
fructíferos y exitosos de la Música Pop: el rock progresivo.
Desde su fantástico debut, In
the court of the Crimson King, de cuya portada tratamos hoy, la banda
británica fundada en Londres, ha sufrido diversas mutaciones que la han llevado
a engrosar entre sus filas a más de una veintena de miembros -entre los que
destacan el guitarrista Adrian Belew
o el cantante Greg Lake- a lo largo
de más de una docena de extraordinarios álbumes de estudio, cuyo nexo ha sido
la figura del guitarrista y compositor Robert
Fripp, único miembro de la formación original y conocido por haber aportado
la épica línea de guitarra del “Heroes” de Bowie.
Musicalmente, sus comienzos combinaron
el género propio con la música clásica y el jazz, creando complejas
improvisaciones que revestían a las piezas de un paisajismo existencial a veces
oscuro y siempre reflexivo. La experimentación a la que estaban acostumbrados
como marca, les llevó en subsiguientes álbumes -hasta el año 2017- a apadrinar
diversos sonidos a través de una múltiple instrumentación, utilizada en sus más
de cincuenta años de historia en un buen número de excelentes conciertos
registrados como discos en vivo.
En su catálogo destacan, además de
su debut, In the wake of Poseidon (1970), Lark´s tongues in Aspic
(1973), Red (1974), Discipline (1980), THRAK
(1995) o Vrooom Vrooom (2001),
teniendo en cuenta que es una de esas bandas que merece la pena descubrir de la
A a la Z para cualquier melómano empedernido.
EL
ÁLBUM
In the court of the Crimson King fue
publicado en octubre de 1969 y supuso el inicio de un reguero de obras maestras
del rock cargadas de una pretensión artística, tanto en el terreno musical como
fuera de este, que desbordaba lo que hasta entonces había ofrecido el género.
Se trata de uno de los debuts más atrevidos y consolidados de la historia del
rock.
Atmósfera penumbrosa y en ocasiones
opresiva, visiones sombrías colmadas de fatalidad, letras existenciales,
angustiosos paisajes musicales guiados por el mellotron, en los que el hard-rock y el jazz se abrazan, brochazos
de saxofón y flauta, la evocadora voz de Greg Lake y una guitarra, la de Fripp,
que serpentea un sonido estrangulador y fascinante.
Escuchar temas como “Epitaph” es una experiencia totalmente
sobrecogedora que abruma al oyente y lo transporta a un bello mundo de zozobra
sin redención en el que nos sentimos, de forma irremediable, confortablemente
acogidos. “The sunlight brightly gleams/
When every man is torn apart/ with nightmares and with dreams”
EL
ARTISTA
“Barry era muy inglés. Siempre fue un artista que había estudiado en la Escuela de Arte de Chelsea (…) Fue una de las almas traviesas más bellas, bellas, bellas y espirituales que he conocido. Una especie de Nick Drake… pero no tan "obviamente" profundo y malhumorado. Era un hombre querido.”
“21st century schizoid man” es la única obra de Barry Godber (1946-1970), amigo del letrista Peter Sinfield y en realidad programador informático con alma de artista, que apareció por las oficinas de la banda triunfando entre sus miembros con este tremendista retrato inspirado en el primer corte del disco.
Sinfield cuenta en una elogiosa y
humorística carta escrita en 1999 cómo ambos llegaron a formar parte de la
corte de King Crimson en su inicial aventura. Los dos tenían un buen trabajo en
la "English Electric Computers" en horario nocturno, dedicando las
mañanas a drogarse. Harto de recibir reprimendas por su atuendo y su melena,
dejó el trabajo y salió de “ese camino
gris” para convertirse en compositor. Su amigo Barry siguió su ejemplo.
Tras un año de miseria, Sinfield, que había tratado de despuntar con su
proyecto musical, conoció a Ian McDonald, uno de los fundadores de King
Crimson, que apreció sus letras y le invitó a hacer algunas para el Rey Carmesí
tras ser roadie y ayudante de luces
en sus actuaciones en vivo:
“Mientras terminaba el primer álbum, que necesitaba una portada, le puse
algunas de las canciones a Barry (uno de los pocos artistas que conocí) y por
alguna razón tuve la sensación de que lo haría… ¡y lo hizo! Luego, justo
después de que cientos de vitrinas de discos estuvieran llenas de su arte se
fue y murió”
Y es que, el joven artista,
falleció de un ataque al corazón en febrero de 1970, a los 24 años, dejando
truncada la prometedora carrera de artista que siempre había anhelado. Godber
no pudo disfrutar del éxito que tanto la banda como su propia ilustración
cosecharían.
LA
OBRA
La carpeta de The court of Crimson King se compone de dos ilustraciones, ambas realizadas a la acuarela por Barry Godber.
En la portada, la icónica imagen del
hombre esquizoide, un rostro
aterrorizado emitiendo un grito ahogado de angustia que se descompone absorbido
por la existencia cuando abrimos la doble carpeta del álbum. Se trata del
rostro del artista, que se basó en un reflejo distorsionado, captado accidentalmente
ante el espejo.
Inquietante, enigmática, turbadora, esta imagen de desasosiego infinito es a la vez representación de lo que se ve y lo que no se ve -o se oye, y no se oye-, pues parece que el rostro intenta emitir un último grito antes de ser tragado por el agujero negro - ¿de una vida esquizofrénica? -al que sus ojos miran, sin conseguirlo. La potente expresividad del rostro, y su mirada guía, despierta en el espectador esa curiosidad perceptiva que le hace preguntarse si obtendrá respuesta al por qué de ese alarido mudo, empujándolo a entrar en un mundo desconocido, misterioso y atractivo.
El interior de la carpeta muestra la representación del Crimson King con sus ojos tristes y su alegre sonrisa. Su mano derecha está levantada en señal de bendición, otorgada quizá al propio rostro absorbido a un mundo interior fatídico, o bien al oyente que se dispone a pinchar el vinilo y descubrir tal mundo. Su mano izquierda suspendida tal vez en actitud de recoger ese mismo mundo invisible, hecho únicamente música o, quizá, con la intención de cobrar un tributo debido a quien, rostro u oyente, ose adentrarse en el universo del que es dueño y señor.
La fuente iconográfica a la que
responde esta representación del Crimson King es la del Cristo Salvator Mundi, tema clásico del arte cristiano desde la
Edad Media cuya postura se plasma aquí, tal vez tomada de la versión de Leonardo da Vinci (1500), llevando así
a cabo una novedosa renovación de un lenguaje pictórico antiguo enfocado al
mundo de la música pop.
Las conexiones con esta fuente
iconográfica quedan patentes a través de los colores utilizados por el artista.
La calidez de los tonos rojos para
las carnosidades de rostros y manos, contrastan con el frío de un azul utilizado para las sombras y el
fondo. Ambos colores son los usados convencionalmente para este tipo de
representaciones, como puede observarse en la versión de Edimburgo de El
Greco (hacia 1600).
En cuanto a los referentes directos
podemos mencionar dos ejemplos claros. El primero, y más obvio, El grito (1893), el archiconocido cuadro del artista noruego Edward Munch. Godber tomó como
inspiración directa al maestro del expresionismo tanto en el tema como
en el estilo:
“Paseaba por un sendero con dos amigos; el sol se puso. De repente, el
cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una baranda muerto de
cansancio: sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo
y de la ciudad. Mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de
ansiedad. Sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza”
Estas líneas, escritas por el pintor
en su diario durante el transcurso de 1892, bien podrían haber pertenecido al mismo
Barry Godber para referirse a su obra. Munch se inspiró no solo en un elevado
sentimiento de angustia, sino en su atormentada hermana Laura, internada en un
manicomio por trastorno bipolar, para una obra capital que en su versión
primigenia se tituló La desesperación.
Y es esta misma “desesperación” la personificada por el artista británico a
través de su cara para la portada de un álbum que, precisamente, aborda tanto la
desesperación como los trastornos psíquicos de la que es causa y efecto.
El segundo ejemplo referido constituye
un reflejo manifiesto de su generación y del ámbito en el que desarrolla su
obra, pues la influencia que la portada de Days of future passed (1967) de los Moody Blues ejerce sobre su concepto es
notorio, y además sirve al artista para establecer un hilo consistente entre lo
clásico o la vanguardia y su contemporaneidad.
El célebre álbum conceptual de los
Moddy Blues no solo constituyó para el universo de King Crimson un ejemplo de
arte de portada, sino que es citado como uno de los precursores de lo que sería
poco después el rock progresivo. El sólido rock sinfónico elaborado en un disco
que contiene gemas del tamaño de Nights in white satin fue enfundado
con un audaz y abstracto trabajo a cargo del artista David Anstey.
De esta manera Barry Godber renueva
con su propio trabajo para La corte del Rey Carmesí todo un icono del arte occidental,
adaptándolo a un lenguaje pop contemporáneo
que, inscrito en los mass-media (medios
de comunicación de masas), ha sido digerido desde entonces, como parte de la vanguardia
musical del momento, hasta convertirse en sí mismo en icono -si bien no aún incorporado
a la Historia del Arte- para una cultura popular que durante las últimas décadas
ha mudado en academia y alta cultura.
Sus referencias a una tradición
iconográfica y unos códigos lingüísticos que abarcan desde el arte bizantino
hasta su propia época, atravesando las vanguardias europeas de fin de siecle, son parte de la vigorosa
transmutación de estilos y temas de la Historia del Arte llevados a cabo en el
ámbito del rock, convirtiendo iconos de la pintura occidental en transformadas
versiones originales al servicio de una música pop que empezó por aquel
entonces a atender y abarcar otras disciplinas ajenas como la literatura, el
teatro, la escenografía o la ciencia, llevándola a unas cotas artísticas
altísimas que durante los años 70 alcanzarían su cenit.
EPÍLOGO
La imagen del álbum se convirtió
rápidamente en un icono de la música pop y en la cara del rock progresivo. El hombre esquizoide, no solo vendió el disco
y preparó al oyente para adentrarse en su reino y convertirse en cortesano, también
sentó las bases para la iconografía que el género, despuntando con energía por
aquel entonces, necesitaba, acogiéndolo con entusiasmo. Han sido muchos los
artistas y muchas las bandas -no necesariamente del entorno progresivo- que han
seguido el estilo de Barry Godber para ilustrar las carpetas de sus álbumes: Pink Floyd, Camel, Yes, Genesis, los italianos Premiata Formeria Marconi, el cantautor
Nick Drake o nuestros queridos Triana son buen ejemplo de ello y
demuestran con una convicción demoledora que el arte plástico siempre se ha complementado
a la perfección con la música popular.
Las propias palabras de Robert
Fripp, actual poseedor de la icónica obra, revelan que el mensaje enjaulado de
aquella dislocada boca -cueva y ventana a un tiempo- se oyó, y sigue oyéndose,
alto y claro, con la contundencia de un indescifrable epitafio:
“Peter trajo la pintura y a la banda le encantó. Recientemente, recubrí el original que estaba en las oficinas de EG porque estaba expuesta a la luz y bajo el riesgo de dañarse, así que acabé quitándola de allí. La cara que aparece afuera es la del Hombre Esquizoide y la de adentro es la del Rey Carmesí. Si miras a la cara sonriente, sus ojos revelan una increíble tristeza. ¿Qué puede uno agregar? Refleja la música”
hombre esquizoide del siglo veintiuno
La semilla de la muerte ciega la codicia del hombre
Los niños están hambrientos, los poetas sangran
Nada de lo que tiene lo necesita en realidad
hombre esquizoide del siglo veintiuno"
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