Hablemos de la visita de Bob Dylan y Allen Ginsberg a la tumba de Jack Kerouac…
“Disculpe,
¿sabe dónde queda el sueño americano?”
Hunter
S. Thompson
Durante la famosa gira Rolling Thunder Revue que Bob Dylan acometiera durante parte de 1975 y 1976 junto a muchos otros
artistas de renombre en una trovadoresca caravana itinerante, el bardo de
Minesota y el poeta Allen Ginsberg
visitaron la tumba de su mutuo héroe, Jack Kerouac.
La influyente gira supuso la vuelta
de Dylan a los escenarios, apoyando
uno de los discos clave de su carrera, el exuberante Desire. El séquito
incluía músicos como Joan Baez y Mick Ronson (ex-Spider from Mars de David Bowie) y apoyos intelectuales
como los del beat Allen Ginsberg y
el dramaturgo -y futuro actor de renombre- Sam
Shepard, cuyo testimonio en forma de diario de la gira sirvió a Martin Scorsese como hilo argumental
para realizar su reciente documental sobre este hito de la historia del rock.
El escritor plasma en Rolling
Thunder (Con Bob Dylan en la carretera), publicado por primera vez en 1977, aquel día del otoño de 1975 en el
que Ginsberg y Dylan aprovecharon la ruta en el itinerario de shows para
visitar el lugar en el que descansan los restos de su amigo Jack.
CANTANDO
SOBRE LA TUMBA
Octubre
– Lowell
Allen recita a Shakespeare, el
pasaje favorito de Kerouac: “Cómo mi ausencia como un invierno ha sido… ¡qué escalofríos
he sentido, qué oscuros días he visto! / ¡qué desnudez de antiguo diciembre por
todas partes!” Es casi justo la época del año en que murió. Árboles enhiestos y
desnudos, sábanas de hojas caídas. Dylan y Ginsberg sentados en el suelo,
piernas cruzadas, observando una placa de mármol pequeñita, medio enterrada en
la hierba: “TI-JEAN [pequeño Jack], JOHN L. KEROUAC, Mar, 12,1992-Oct, 21, 1969
-VIDA CON HONOR- SU ESPOSA ESTELA, Nov, 11, 1918-.” Dylan va afinando su Martin
mientras Ginsberg hace que su pequeño armonio portátil aliente sus notas por el
prado. Muy pronto, toma forma un blues lento en el que ambos intercambian
versos, luego Allen se introduce en un poema improvisado a la tierra, al cielo,
al día, a Jack, a la vida, a la música, a los gusanos, a los huesos, a los
viajes, a los Estados Unidos. Yo intento mirar a los dos tal como se me
aparecen en ese momento, sin ninguna idea especial de quién o qué son, sino intentando
simplemente verlos allí delante de mí. Y aparecen cómo hombres corrientes con
un propósito secreto en la cabeza. Cada uno de ellos opuesto pero aun así en
armonía. Vivos y cantando a los muertos y a los vivos. Sentados directamente en
la tierra, encima de huesos, debajo de árboles, y oyendo lo que oyen.
LOWELL,
MASSACHUSETTS
Ahora, frente a unos quemados
Kerouac, Cassady y todos los que se fueron al otro mundo, esta vida parece un
milagro. Todavía en marcha. Ignorando todo eso. Respetándolo pero no
complaciéndose en el remordimiento. Allen y Dylan cantando sobre su tumba.
Allen, lleno de vida, esperanza y resurrección. Poetas de esta vida del ahora.
Esta vida de aquí. Esta vida que se vive y es vivida.
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